martes, agosto 22, 2006

Menos es más


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martes, enero 10, 2006

Verne y sus eneros

"Un cometa desconocido chocó con la Tierra en la noche del 31 de diciembre al primero de enero, a las dos horas, cuarenta y siete minutos, treinta y cinco segundos y seis décimas de la madrugada; pero la rozó únicamente... ¡Están ustedes en mi cometa!". Esto explica el astrónomo Palmiryn Rosette al capitán Héctor Servadac, en la novela de Julio Verne del mismo título (Héctor Sevadac).
El cometa Galia sobre el que estos personajes recorren el Sistema Solar tiene una composición química donde abunda el teluro de oro, según establece Palmiryn "a ojo", por su aspecto y densidad pero no basándose en un análisis químico. Contrasta con el análisis espectroscópico empleado para determinar la composición (también de oro) del asteroide de otra novela, póstuma, de Verne: La caza del meteoro (1908), reeditada recientemente.
El método es más creíble aunque, en realidad, la composición de estos astros sea por lo general de lo más vulgar: los meteoritos férricos que bombardean la Tierra contienen hierro y níquel. Contradicciones con los conocimientos actuales de los cometas pero disculpables en 1877, fecha de publicación de la novela Héctor Servadac, cuando muy pocas cosas se sabían sobre su naturaleza física.
"¡Un cometa de oro!". "Serán setenta y un trillones de oro los que tendrá la Tierra (si Galia vuelve a caer en el globo terrráqueo)". "Cuando eso suceda, el oro no valdrá nada y, entonces, merecerá con justicia la calificación de vil metal".
La órbita asignada a Galia resulta también incorrecta. Antes de su primer contacto con la Tierra es parabólica. Después, Palmyrin calcula una órbita elíptica de un periodo dos años.
Órbitas posibles que, en la realidad, facilitan la clasificación de los cometas en no periódicos y periódicos, respectivamente. Sin embargo, para que Galia, después de su periplo planetario hasta las inmediaciones de Júpiter, pueda retornar al punto de partida y depositar a salvo a los protagonistas, debería tener un periodo de seis años o más, según establece la tercera ley de Kepler.
Esta ley describe los movimientos de los cuerpos celestes y relaciona el tiempo empleado en realizar una órbita completa (periodo) con la distancia al Sol (semieje mayor de la órbita elíptica). En descargo de Julio Verne hay que decir que presenta la mecánica celeste, la parte de la astronomía que se ocupa del movimiento orbital, como muy precisa. El astrónomo Palmyrin puede así efectuar in situ cálculos minuciosos de la órbita del cometa. En esta época la mecánica celeste había alcanzado una precisión sorprendente, habida cuenta de los medios de cálculo disponibles (lápiz y papel, nada de calculadoras).
Uno de sus éxitos más clamorosos había sido el descubrimiento, en 1846, del planeta Neptuno gracias al cálculo de su posición realizado por el astrónomo francés Urbain Le Verrier (y de forma independiente también por el astrónomo inglés John Couch Adams) a partir de las perturbaciones observadas en la órbita del planeta Urano.
Cuando Galia atraviesa el Cinturón de asteroides captura un pequeño asteroide, Nerina: "Uno de los últimos asteroides descubiertos". Ningún asteroide tenía en la época de Verne este nombre. Había que esperar hasta el año 1934 para que un asteroide, el 1318, fuese bautizado así.
Curiosamente, pese a su pequeña atracción gravitatoria, los asteroides pueden atraer a otros. Es el caso de 243 Ida y su pequeña luna Dactilo, de poco más de un kilómetro de tamaño que orbita a unos 90 kilómetros de distancia. Es el primer satélite natural de un asteroide descubierto. Fue hallado en 1993 por la sonda Galileo en su viaje hacia Júpiter. Y es que estos pequeños mundos tienden también a aparejarse.
La novela Héctor Servadac cuenta con sólo dos versiones cinematográficas: Valley of the Dragons (1961), de Edward Berns y la superior, Na Komete (1970), de Karel Zeman. En la primera, los protagonistas de Valley of the Dragons, un soldado norteamericano (Michael Denning) y un aristócrata francés (Héctor Servadac) descubrirán que el mundo adonde han ido a parar está repleto de dinosaurios y de cavernícolas capturados en épocas diferentes por los pasos sucesivos (rasantes, eso sí) del cometa de turno.
¡Ay si el bueno de Julio levantara la cabeza!


(c) Jordi José y Manuel Moreno en El País.

viernes, diciembre 02, 2005

Sin muros

"El teléfono: habla sin muros. El fonógrafo: sala de conciertos sin muros. La fotografía: museo sin muros. La luz eléctrica: espacio sin muros. El cine, la radio y la televisión: aula sin muros. El hombre, recolector de alimento, reaparece incongruentemente como recolector de información. En este rol, el hombre electrónico es no menos nómade que sus ancestros paleolíticos".

Marshall McLuhan, en La comprensión de los medios como extensiones del hombre, 1964.



"El ciberespacio. Alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quien se enseña altos conceptos matemáticos... Representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja..." .

William Gibson, en Neuromante, 1984.



"Ciberespacio: Palabra de la pluma del escritor de ciencia ficción William Gibson, aprox. 1984. Un nuevo universo, un universo paralelo creado y sustentado por los computadores del mundo y líneas de comunicación. La tablilla se convierte en una página, la página se convierte en una pantalla, la pantalla se convierte en un mundo, un mundo virtual. Una geografía mental común, construida, a su vez, por el consenso y la revolución, el canon y el experimento. Sus corredores se forman dondequiera que corra la electricidad con inteligencia. El reino de completa información".

Michael Benedikt, en Ciberespacio: primeros pasos, 1994.



"El ciberespacio es un nuevo ambiente humano y tecnológico de expresión, información y transacciones económicas. Consiste en personas de todos los países, de todas las culturas e idiomas, de todas las edades y profesiones proporcionando y requiriendo información; una red mundial de computadoras interconectadas por la infraestructura de telecomunicaciones que permite la información en tránsito sea procesada y transmitida digitalmente".

Definición de la Unesco.




lunes, octubre 03, 2005

Vivir en el ciberespacio




Un escritor de ciencia ficción, William Gibson, acuñó el útil término "ciberespacio" en 1982. Pero el territorio en cuestión, la frontera electrónica, tiene unos 130 años.


El ciberespacio es el "lugar" en el que una conversación telefónica parece tener lugar. No en el interior de tu teléfono, el dispositivo de plástico de tu mesa. No en el interior del teléfono de la otra persona, en otra ciudad. Sino el lugar entre los teléfonos.
El lugar indefinido donde dos seres humanos se encuentran y comunican.
Aunque no es exactamente "real", el "ciberespacio" es un lugar que existe. Hay cosas que ocurren allí que tienen consecuencias muy reales. Este "lugar" no es "real", pero es serio, es importante. Decenas de miles de personas han dedicado su vida a él, el servicio público de comunicación por cable y sistemas electrónicos.
La gente ha trabajado en esta "frontera" desde generaciones. Alguna gente se hizo rica y famosa por su trabajo en ella. Algunos simplemente jugaron en ella, como aficionados. Otros reflexionaron seriamente sobre ella, y escribieron sobre ella, y la regularon, y llevaron a cabo negociaciones sobre ella en foros internacionales, y se demandaron unos a otros por ella, en gigantescas y épicas batallas legales que duraron años. Y casi desde el principio, algunas personas han cometido delitos en este lugar.
Pero en los últimos 20 años, este "espacio" eléctrico, que antes era delgado, oscuro y unidimensional -poco más que un estrecho tubo, estirándose de un teléfono a otro- se ha abierto explosivamente, como una versión gigantesca de esas cajas con un muñeco con resorte. La luz lo inunda, la fantasmagórica luz de la brillante pantalla del ordenador. Este oscuro submundo eléctrico se ha convertido en un vasto y floreciente paisaje electrónico. Desde la década de los '60, el mundo del teléfono se ha entremezclado con los ordenadores y la televisión, y aunque no hay materia aún en el ciberespacio, nada que puedas manejar, tiene ahora una extraña clase de corporeidad. Hoy tiene sentido hablar del ciberespacio como de un lugar.
Porque ahora la gente vive en él. No unas pocas personas, no sólo unos pocos técnicos y algunos excéntricos, sino miles de personas, personas corrientes. Y no durante poco rato, sino durante horas a lo largo de semanas, meses, años. El ciberespacio es hoy en día una "Red", una "Matriz" de alcance internacional que crece rápida y constantemente. Crece en tamaño, en riqueza y en importancia política.
Hay gente cuya carrera profesional está teniendo lugar por completo en el ciberespacio. Científicos y técnicos, por supuesto, han estado allí desde hace 20 años. Pero cada vez más el ciberespacio se llena de periodistas, médicos, abogados, artistas y empleados. La carrera profesional de los funcionarios públicos ahora tiene lugar allí, conectados a enormes bases de datos del gobierno; y lo mismo le ocurre a los espías, sean espías industriales, de agencias del gobierno, o simples fisgones; y también a los policías, al menos a unos pocos de ellos. Y ahora hay niños que viven allí.
Hay gente que se ha conocido allí y se ha casado allí. Hay comunidades enteras viviendo en el ciberespacio; charlando, discutiendo, planeando, consultándose, enviándose unos a otros correo de voz y correo electrónico, dándose grandes e ingrávidos bloques de valiosos datos, legítimos e ilegítimos. Se pasan muchas veces software y a veces muy infecciosos virus informáticos.
Realmente, aún no entendemos cómo vivir en el ciberespacio. Estamos buscando nuestro camino en él, tropezándonos. No es nada sorprendente. Nuestras vidas en el mundo físico, el mundo "real", también están muy lejos de ser perfectas, a pesar de tener mucha más práctica. La vida humana, la verdadera vida, es imperfecta por naturaleza, y hay seres humanos en el ciberespacio. La forma en la que vivimos en el ciberespacio es un espejo de la forma en la que vivimos en el mundo real. Llevamos con nosotros nuestras virtudes y nuestros problemas.


(c) Bruce Sterling, de su libro La caza de hackers

sábado, septiembre 17, 2005

Tu teclado te delata




Un micrófono o pequeños grabadores pueden robarte documentos y datos sensibles de tu computadora

Investigadores de la Universidad de California en Berkeley encontraron que una grabación de diez minutos de una persona tipeando en el teclado revela a un analista información suficiente para recuperar alrededor del 90% de las palabras escritas.

La grabación puede ser de baja calidad y el sistema no necesita muestras previas del tipeo del usuario para realizar el análisis. La técnica puede adivinar la contraseña de una persona en sólo 20 intentos.
Esta investigación es el último estudio en subrayar el potencial disponible para robar información analizando las emanaciones de la máquina (el sonido, la luz y la energía magnética entregada por un sistema). Muchos "ataques" se basan en la intercepción y decodificación de comunicaciones encriptadas, tales como las señales usadas por la norma Bluetooth o la tecnología inalámbrica.

Sin embargo, las emanaciones de la máquina pueden filtrar inadvertidamente la información mostrada en la pantalla de la computadora o revelar detalles acerca de los cálculos actuales del sistema.
El trabajo se basa en la investigación realizada por científicos que mostraron que el software entrenado para reconocer los diferentes clicks en el teclado (¡ruidos!) podía identificar la tecla correcta alrededor del 80% de las veces. Los investigadores, Dmitri Asonov y Rakesh Agrawal, encontraron también que las teclas del teléfono podían ser reconocidas por este software, conocido como red neuronal, más del 90% de las veces.
Doug Tygar, profesor de ciencias de la computación en la Universidad de California en Berkeley, mejoró el reconocimiento hasta una exactitud de casi el 96% usando un algoritmo de proceso diferente, un algoritmo de red no neuronal y la suposición de que se estaban tipeando palabras en Inglés.
Su equipo extrajo caracterizaciones de audio de los sonidos del tipeo del usuario y agrupó los sonidos que sonaban similares en distintas categorías.Usando propiedades estadísticas del inglés -por ejemplo, 'e', 't' y 'o' ocurren más frecuentemente y 'j' nunca sigue a 'b'- asignó letras a cada categoría.

El agregado de control de separación en sílabas y gramática hizo que el reconocimiento de palabras fuera dramáticamente mejor -más del 50% de las palabras fueron "leídas" correctamente-. El uso de los resultados previos para realimentar el algoritmo mejoró aún más la exactitud. Tres rondas de realimentación resultaron en más del 92% de los caracteres correctamente estimados en un escenario típico.
Los investigadores encontraron que se necesitaban al menos 5 minutos de grabación -unos 1.500 golpes de teclas- para reconocer caracteres con un alto grado de exactitud. Una grabación de cinco minutos resultó con un 80% de exactitud, mientras que una muestra de diez minutos incrementó la exactitud a más del 90%.

A la vez que los investigadores usaban separación en sílabas y gramática para mejorar la exactitud de reconocimiento del software, el sistema pudo reconocer los caracteres que componen una contraseña no formada por palabras. Ajustado para realizar 20 intentos, el sistema reconoció correctamente el 90% de todas la contraseñas de cinco caracteres, el 77% de todas las contraseñas de 8 caracteres y el 69% de todas las contraseñas de 10 caracteres.

(c) Robert Lemos, SecurityFocus 2005-09-15
(c) Luis Muñoz, de la traducción 2005-09-16

Original en inglés:
http://www.securityfocus.com/news/11318

miércoles, septiembre 07, 2005

Si estás muerto, tocá el timbre


Sorprendidos por lo novedoso de la situación, el municipio local analiza si habilita o no la aplicación de un detector de vida en el cementerio, invento de un joven sanrafaelino para descubrir si alguna persona fallecida tiene un segunda oportunidad de volver a vivir.
“Este equipo sirve para salvarte de una inevitable muerte por asfixia cuando ya estás dentro del féretro”, explicó Ariel Gómez, inventor del aparato eléctrico a 12 voltios que se coloca dentro del cajón, “por si ocurriera un caso como el de ciertas personas que creídas fallecidas, volvieron de la muerte para contarlo”.
Como único, inédito y revolucionario, el invento sanrafaelino puso en una encrucijada a las autoridades municipales, quienes aún no saben si otorgarle o no la habilitación para ingresar el equipo a la necrópolis. Para el secretario de Hacienda, Javier Cófano, los principales obstáculos son “el hecho de que ingresen personas ajenas al cementerio, y la falta de espacio que actualmente existe en el sector de los nichos”.
Desde hace casi un año, Gómez aguarda una resolución favorable del área de Asuntos Legales que le permita ofrecer su servicio a los deudos. El novedoso equipo actúa básicamente como una alarma conectada al cuerpo de la víctima, ya que ante la posibilidad de que ésta volviera a moverse, se activa un circuito eléctrico dentro del féretro que avisa inmediatamente a través de una sirena.
“Quiero una solución definitiva a este problema ya que todo el año me tuvieron a la espera, y ya tengo una casa velatoria y hasta una obra social que accedieron a contratar mis servicios”, señaló el inventor.
Según comentó a diario UNO, el `Detector de Vida´ “surgió a partir de relatos verídicos de personas que habían sido declaradas muertas, y de forma extraña, después de horas, regresaron a la vida”. Algunos dicen que puede tratarse de catalepsia: una enfermedad nerviosa caracterizada por la pérdida de movilidad voluntaria y rigidez plástica de los músculos, aunque las funciones circulatorias, respiratorias y digestivas continúan y pueden disminuir hasta hacerse imperceptibles.
Desde hace un tiempo, Gómez cuenta con un dictamen provisorio del departamento de Legales, aunque dijo que cuando fue a Rentas “no me lo quisieron firmar hasta que se hiciera una ordenanza municipal”. Lo cierto es que el muchacho no tiene el permiso, aunque cuenta con una empresa funeraria que ya le prometió ofrecer su servicio y varios clientes en lista de espera.


(Los destacados en bold son míos).

Publicado en Diario UNO de Mendoza el domingo 4 de setiembre

martes, septiembre 06, 2005

De la Tierra a la Luna



El cielo de la noche, con sus planetas, estrellas y soles agrandando los ojos, ha sido desde siempre una metáfora de la inmortalidad. Una pregunta constante y al mismo tiempo una tentación por alcanzar, ya fuera con palabras, fórmulas matemáticas o naves espaciales, la mente de la divinidad y nuestra conexión con el cosmos. Contra su telón negro se han contado, alrededor de una hoguera, a la vera de un camino o con un ojo pegado a un telescopio, todo tipo de historias. Y la esquiva Luna ha sido el cuerpo celeste más invocado por quienes creían que en su silencioso dominio de la noche había más que una dama de compañía para la Tierra y que su órbita era más que un meditado paso de baile celeste.
Todos los poetas la han usado como testigo de su amor, de su desamor, de su soledad y de su muerte. Y todos han tratado de alcanzarla. Los éxtasis matemáticos, religiosos y poéticos muchas veces se han confundido a lo largo de la historia de la literatura. Por eso no es extraño que los primeros escritores fueran a la vez incansables escrutadores del cielo que, sin saberlo, estaban creando al mismo tiempo un género, el de lo fantástico; una ciencia, la astronomía; y un anhelo, el del viaje a la Luna.
Si como dice Borges, "cada escritor crea a sus precursores", podríamos remontarnos hasta Aristófanes pues su isla aérea Nefelokokygia es un satélite artificial o a la Historia verdadera de Luciano de Samosata en la que describe un viaje a la Luna en barco.
Pero es en el Renacimiento cuando los escritores empiezan a enviar hombres a nuestro satélite natural en gran escala. Entre ellos están Tomás Moro y su Utopía (1516); Johannes Kepler, el padre de la astrofísica, y el Sommium astronomicum (1634) en el que Duracotus, su héroe, viaja a la Luna conducido por demonios y se encuentra con los pripolvani y los subvolvani, laboriosos selenitas constructores de cráteres; el intrépido aventurero español Domingo González había llegado a la Luna en el año 1629 gracias a una máquina voladora tirada por gansos en El hombre en la Luna (1638) de Francis Godwin; el Descubrimiento de un nuevo mundo en la Luna (1638) de John Wilkins que inclusive diseñó una máquina; Cyrano de Bergerac y su El viaje a la Luna (1657) en el que intenta convencer a los selenitas de que, efectivamente, la Luna es apenas una luna; y Voltaire que en su Micromegas (1752) tiene un increíble encuentro con dos ET.
La cantidad de obras que tienen este tema del viaje a la Luna es muy grande, y ya sea que la intención fuera filosófica, satírica, científica o sencillamente literaria, es obvio que venimos viajando y llegando a la Luna desde hace muchos siglos.
El viajero más conocido, y en sentido estricto el creador de la ciencia ficción moderna, es Julio Verne que en su De la Tierra a la Luna (1865) describe hasta el último detalle de la ciencia balística contemporánea el lanzamiento de una enorme bala a la Luna, con tripulantes humanos, aunque olvida que la aceleración los habría "frito".
Otro viajero notable es H.G. Wells, cuya novela Los primeros hombres en la Luna (1907) retoma el mundo subterráneo de Kepler y concibe una Luna hueca.
Durante el siglo XX la ciencia ficción creció y ganó en profundidad como género y como literatura. Obviamente ya no hay límites en el espacio y siempre se trata de llegar "adonde nadie ha llegado antes", como bien reza el mandato de la inefable Enterprise de Star Trek.
Después de las misiones Apolo, después de aquel primer "pequeño paso para el hombre, gran paso para la humanidad" la Luna es el querido patio de la Tierra, a la que es fácil llegar.
Por eso, más allá de toda literatura, más allá de la ciencia, o de cualquier teología de las estrellas podemos decir con Kepler: "No nos preguntemos qué propósito útil hay en el canto de los pájaros, cantar es su deseo desde que fueron creados para cantar. Del mismo modo no debemos preguntarnos por qué la mente se preocupa por penetrar los secretos de los cielos. Los tesoros que encierran los cielos son tan ricos, precisamente para que la mente del hombre nunca se encuentre carente de su alimento básico".

(c) Patricia Rodón, en Diario UNO de Mendoza